Cuando el nuevo cocinero se hace cargo de la cocina, hay
muchas expectativas, pues para que le dieran el puesto, prometió que cocinaría
los platos más exquisitos y no como el cocinero al que reemplazó, cuyos guisos
ya a nadie gustan, caen mal e incluso intoxicaron a varios.
Ahora bien, al entrar en la cocina por primera vez, el nuevo
cocinero siempre se topa con una desagradable sorpresa. No, no es que la cocina
está sucia, pues bien o mal, él puede limpiarla (lo que por alguna extraña
razón nunca hace). El problema está en que debe cocinar usando exactamente los
mismos ingredientes que utilizaron los cocineros anteriores y para ser justos,
éstos no son de la mejor calidad.
Cuando pide nuevos productos, aparte de una ligera y
sarcástica sonrisa, claramente se le indica que no se pueden conseguir, que
tiene que preparar la comida con los que hay y entregar los platos que prometió.
Ahí es donde comienzan las dificultades, pues resulta que algunos de estos
ingredientes están vencidos, podridos o saben mal.
Y ni que hablar de la cocina en general. Los utensilios y
enseres que debe usar el cocinero tampoco ayudan mucho. La cocina y el horno
tienen una pésima instalación eléctrica, la refrigeradora no enfría y bota agua
por todas partes, los cuchillos carecen de filo y los cucharones están
herrumbrados y no hay dinero para remplazarlos.
Otro grave inconveniente que se presenta es con los
ayudantes de cocina. Muchos de ellos son escogidos por el nuevo cocinero, otros
se los recomendaron amigos de sus amigos y algunos estaban con los cocineros anteriores, pero la mayoría son malos, caros y no
tienen las habilidades culinarias para preparar los platos que se prometieron.
Entonces, el día que hay que preparar una cena de gala, más que apoyar, estos
ayudantes lo que hacen es estorbar y criticar la calidad de los platos. Eso sí,
todos demandan grandes salarios, incluso mayores que los del cocinero
principal, pues se califican mejores que él. Incluso hay algunos que ponen
cocina aparte y se consideran a sí
mismos el cocinero principal.
Pero hay que ser honestos. Muchos de los problemas son
heredados por las pésimas recetas utilizadas por los cocineros anteriores y por
ello, hay que decir unas cuantas palabras acerca de ellos.
Hubo uno medio loco que decidió que no iba a cocinar y eso
fue exactamente lo que hizo, no cocinó durante sus cuatro años, sino que los pasó diciendo chistes y contando anécdotas. Dejó que sus
ayudantes tomaran la iniciativa y los banquetes fueron un verdadero manicomio. Con
decir que sabía mejor la comida chatarra. Fue un verdadero inútil.
Otro estaba más interesado en los platillos a base de
paloma y quería hacer todo lo que guisaba con esas aves. Entonces,
guisos de paloma iban y guisos de paloma venían. Al final, la mayoría de los
comensales quedaron tan empachados que no soportaban ni verlo. Pero a este cocinero en particular no le
importaba mucho, pues su ego era bastante grande y se consideraba el mejor de
los cocineros que había pasado por ahí (todo lo contrario a la realidad); además, como era tan soberbio y arrogante, estaba más interesado en su imagen, en colgar
fotos y placas por todo lado y en agasajar a los críticos culinarios
extranjeros que a los nacionales, olvidándose por supuesto de los invitados.
Muchos se preguntan cómo fue posible que lo contrataran dos veces.
También estuvo aquel que al terminar su periodo de cuatro años no quería entregar la cocina, otro que a todos sus platos le agregaba algún tipo de licor y por supuesto es inolvidable, el que pensaba que su imagen era lo único que se necesitaba para que la comida supiera bien, sobra decir que era indigesta.
También estuvo aquel que al terminar su periodo de cuatro años no quería entregar la cocina, otro que a todos sus platos le agregaba algún tipo de licor y por supuesto es inolvidable, el que pensaba que su imagen era lo único que se necesitaba para que la comida supiera bien, sobra decir que era indigesta.
A otros dos les dio por robarse los utensilios de cocina. Que un día una olla, que el otro un tenedor, que el horno, que la batidora. No eran ningunos angelitos. Lo
más extraño era que a estos cocineros se les pagaba bastante bien, pero por lo
visto consideraban que era insuficiente. Incluso uno de ellos quiso robarse un
caldero de muy buena calidad que su papá, quien también había sido cocinero en
Casa Presidencial, había logrado traer para cocinar. Es cierto que el caldero ya
estaba muy abollado por el mal uso que le habían dado todos los demás
cocineros, pero era un caldero irremplazable.
También estuvo el cocinero al que le dio porque no le
gustaban ciertos ingredientes debido a que los traían en tren, entonces,
decidió que sólo utilizaría aquellos que transportaba otro proveedor, amigo
suyo, por carretera. Siguieron siendo de la misma mala calidad, sólo que ahora
salían mucho más caros. Este cocinero incluso recibió una donación de
ingredientes nuevos, pero estos nunca llegaron a la cocina. Dicen que aprendió esas malas mañas de su papá, que también había sido cocinero.
Ya sé, estás pensando que el problema es que no han llevado
una cocinera. Pues no, vieras que en ese aspecto no se ha discriminado. También
hubo una cocinera, que al igual que sus antecesores, prometió y habló de
manjares sin precedentes, pero al igual que ellos, tuvo que cocinar exactamente
con los mismos ingredientes y resultó tan mala o peor que los que estuvieron antes que ella. Sus platillos dejaron un mal sabor de boca: que
poca sal, que muy dulces, que mal aderezados, que demasiado condimento, ninguno resultó rico. También
tenía un gran problema de ego como el que hacía guisos de paloma (de hecho
dejaron de ser amigos porque este último pretendía asesorarla en la cocina y
dictar el menú) lo que afectó el sabor de sus platos. Pocas ganas quedaron de
volver a contratar una cocinera después de tanta ineptitud.
Hubo otro, bastante tonto, inútil y hablador, que lo único que le interesaba era tomarse "selfies", disfrazarse de cocinero y saludar gente, por ello se le hizo tarde para su primer
platillo, razón por la cual tuvo que usar uno que dejó en el horno la cocinera
que anteriormente estaba encargada de la cocina. Pero ya tenía varios días ahí.
Por ello, no sólo estaba rancio, sino que todos los comensales dijeron que
sabía igual a los que se cocinaban anteriormente. Entonces, para disimular, se
le ocurrió un menú exótico para demostrar que era muy moderno y al final sólo
consiguió intoxicar a la mayoría de los comensales desde el inicio, pues era una persona muy desaseada. Como era mentiroso, mediocre y deshonesto, por cierto fue así como logró su puesto de cocinero, trató de engañar a todo el mundo usando platillos hechos por sus ayudantes, embusteros como él, pero resultaron igual de asquerosos y malolientes. Al final se descubrió que era un embaucador e inepto que no sabía cocinar.
Pero no, no cometas el error de pensar que el cocinero no
tiene culpa alguna. Todos estos cocineros, todos, sabían de antemano la clase
de ingredientes y la cocina con que contaban para preparar la comida y ninguno pudo
cumplir con el menú que prometió.
En ocasiones estos cocineros han estudiado en el extranjero
y tratan de implementar platillos internacionales, pero la mayor
parte de las veces son caros y saben mal, además quedan muy crudos o muy
quemados, porque se les olvida que las recetas extranjeras son apropiadas para
otros climas. De hecho, los pocos platillos que reciben mejor calificación son
aquellos que se adaptan al sabor criollo de esta tierra.
No, tampoco cometas el disparate de pensar que hubo una
equivocación en la elección del cocinero. Los que no fueron escogidos eran
incluso peores. Hubo uno que prometió que cocinaría platos de Rusia, Venezuela
y Cuba. Sin embargo, cuando se le preguntó cómo haría para conseguir los
ingredientes para esos platillos, no supo que contestar, además, las recetas
que tenía para prepararlos ya habían sido degustadas y enfermaron a la mayoría
de las personas que las probaron. Había otro que no lo querían ni en el lugar
dónde cocinaba anteriormente y también estaban los que ni siquiera sabían qué
era una cocina.
La realidad es que cualquier cocinero que llegue a Casa
Presidencial tiene que usar los mismos ingredientes que se han usado siempre y
para cuando sea su momento, éstos habrán empeorado de calidad.
La ironía con estos cocineros, incluso con los más viejos,
es que la mayoría de ellos nunca fueron buenos cocineros ni siquiera en su
propia casa.
Hay gente que afirma que ese puesto tiene una maldición y cada nuevo cocinero será peor que el anterior.
Hay gente que afirma que ese puesto tiene una maldición y cada nuevo cocinero será peor que el anterior.
Pero lo más triste de todo es que, en un país donde
los comensales están desesperados y ávidos por platillos sencillos, ricos y
saludables, al final del día, el nuevo cocinero de Casa Presidencial entrega platillos iguales o peores que los que cocinaron los cocineros
anteriores.
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