viernes, 26 de septiembre de 2014

La epidemia (Relato)


Una de las tantas organizaciones de salud que existen, acaba de publicar un informe realmente alarmante: existe una epidemia y pocos parecen darse cuenta de su gravedad.  

Aun no hay seguridad si es producto del mosquito "mentalis atrofius" o de la bacteria "totalis imbecilus". Lo que sí es cierto es que ambos producen los mismos efectos: se pierde la capacidad de comprender y actuar racionalmente, a tal punto que se entra en una especie de locura colectiva, que provoca que la gente actúe a la inversa de lo que la lógica indica.

¿Cómo a la inversa?

Te lo voy a explicar.

En un país de cuyo nombre me acuerdo, pero no quiero mencionar, se ha detectado que la enfermedad está latente en muchas áreas, principalmente en la clase política y judicial. Te contaré de ellas más adelante, pero primero te hablaré con un ejemplo, uno que demuestra que esta epidemia efectivamente existe, uno que es un fiel reflejo de la sociedad del que alguna vez fue un hermoso y pacífico país. Y te cuento de este caso en particular porque produce en promedio una muerte diaria sin distingo de edad, sexo, raza, religión, educación, estrato social, seguidor de equipo de fútbol, color político, etc., incluso familias enteras han fallecido al mismo tiempo por culpa de esta terrible enfermedad.

Se ha detectado que esta epidemia ha infectado a los conductores de vehículos.

¿A los conductores de vehículos?

Así es. Como sabrás, existen leyes de tránsito para ordenar el tráfico vehicular. Pues bien, como mencioné arriba, esta enfermedad provoca que las personas pierdan la capacidad de comprender y más bien conducen en las carreteras como si fuera un campo de batalla. Por ejemplo: una luz roja en el semáforo es señal para detenerse, ¿Cierto? Pues no. En este país puedes observar como irrespetar una luz roja es casi un deporte nacional, con las mortales consecuencias que acarrea tal imprudencia.

Por su parte, los motociclistas andan por el carril contrario como si fuera el propio o sobre la línea en mitad de la calle que divide ambas vías si las presas les impiden lo primero, en ocasiones sin casco, en otras con uno de bicicleta o de baseball.

Aunado a lo anterior, una motocicleta, que es un vehículo diseñado para un máximo de dos personas, se puede encontrar que se montan tres e incluso una cuarta persona si esta es un bebé de días de nacido. 

En lugares dónde se indica que es prohibido virar a la izquierda, la gente pareciera entender que es una obligación girar en esa dirección aunque no tenga necesidad; si hay prohibición de parquearse, se entiende como una señal de estacionamiento, especialmente sobre las aceras; si es prohibido adelantar en curva, es como si fuera el único lugar para rebasar, eso sí, pisando el acelerador al máximo, usualmente en vehículos que no están en regla o modelos viejos. Para agravar lo anterior, todo ello hablando por teléfono, leyendo y enviando mensajes de texto, revisando el último chisme en Facebook o la red social de moda.

Quien escribe estas palabras ha sido testigo de ello y no miente. De hecho no necesito mentir, ya que si eres de ese país o algún día pasas por ahí, con salir a la calle sabrás que mis palabras son ciertas. Eso sí, ¡cuidado de los conductores!, pues el ser testigo de esa epidemia, aunque no te contagie, puede convertirte en una de las tantas fatalidades que sus efectos produce. 

Pero prosigamos.

Sin embargo, esta terrible enfermedad no se restringe únicamente a los conductores. En este país también ha afectado a los órganos encargados de la infraestructura vial. Algunos teorizan que la epidemia agrava la corrupción, otros que la negligencia, y unos cuantos, con los que coincido, que es una nefasta combinación de ambas, que acentúa el egoísmo personal en que no importa pasarle por encima a los demás mientras uno salga beneficiado, sin comprender que toda esta locura se volverá contra nosotros, tal y como ya sucede. ¿Miento? Te daré una pincelada: calles mal hechas, sin demarcaciones, llenas de huecos, con arreglos que no soportan un invierno; urgentes ampliaciones de vías que no se realizan; puentes que duran años en reparar y cuando lo hacen lo hacen mal; despilfarrando grandes cantidades de dinero que el país no tiene, porque eso sí, lo importante es pagar por algo que no sirve.

¿Podrías pensar que al menos esto impide que anden a alta velocidad? Todo lo contrario. A pesar del mal estado de las carreteras, muchas personas piensan que se encuentran en pistas de Fórmula 1 (incluyo los vehículos de transporte pesado), razón por la que en ocasiones se producen accidentes tan violentos que las víctimas quedan irreconocibles.

Aunado a lo anterior, cada día entran al país más y más y más vehículos, que consumen más y más y más combustible, porque es imposible restringir el ingreso, ya que sería violentar la libertad de comercio aunque nos esté matando. Es como si tuvieras un saco en el que metieras piedras sin importarte que se vaya rompiendo, lo único importante es continuar llenando el saco.

Bueno, ya vas entendiendo porqué hay un promedio de una muerte diaria en carreteras. Tal vez para tu sorpresa es que no haya más muertos. Te tengo malas noticias, ese promedio, producto de esta epidemia, va en un aumento.

Ahora bien, como te dije al inicio, la epidemia está presente principalmente en la clase política y judicial. Los encargados de dirigir los destinos del país más parecen conductores en estado de ebriedad y bajo la influencia de alguna droga alucinante que líderes preocupados por los ciudadanos. Los miembros del poder encargado de legislar, como casi nunca lo hacen, se ocupan entonces de juzgar y aquellos encargados de juzgar e interpretar las leyes, más parecen que aprovechan su labor para legislar, emitiendo tristes, mediocres e incomprensibles resoluciones, en que por darle la razón a una sola persona, echan por el suelo planes que benefician a toda una población, o grandes casos de corrupción que terminan en nada porque fueron "mal manejados", eso sí, protegiendo con fiereza sus privilegios y los de sus iguales, porque lo importante son los privilegios aunque el país se vaya por la borda (uso esta palabra para no emplear una más descriptiva y olorosa).

Pero, ¿existe cura?

Sí, sí existe. La cura está en la educación, sin embargo, todo indica que el mosquito o la bacteria ya infectó el sistema educativo de ese país. Incluso se dice que un alto jerarca del área educativa que le gustaba andar con el cabello largo no sólo fue picado por el mosquito, sino que también se contagió de la bacteria. El antídoto de la enfermedad se ha contaminado tanto, que a los estudiantes de ese pobre país se les enseña a pasar con el mínimo esfuerzo y si este es insuficiente, se baja aún más el nivel de aprendizaje, situación que propicia la expansión de esta epidemia.

Posiblemente estarás pensando ¿pobre país? Te tengo pésimas noticias. Esta epidemia no conoce de fronteras y si quedaste preocupado por lo que pasa en un pequeño país, deberías alarmarte mucho más por lo que sucede a nivel mundial.

¿Cómo?

No, no te voy hablar de cómo se manejan los problemas políticos, económicos, bélicos y religiosos en una y otra región, lo que ya es un claro ejemplo que la epidemia ha contagiado a todos los actores de esos lugares. Te hablaré de uno en particular que afecta a todo el mundo por igual.

Los científicos vienen advirtiendo desde hace tiempo de las terribles consecuencias que se avecinan con el cambio climático o el calentamiento global. No importa cómo se le denomine. Si no cambiamos nuestros hábitos, el mundo sufrirá graves cataclismos por el aumento del nivel de los océanos.

¿Piensas que sus advertencias han sido tomadas en serio?

Aunque no lo creas, sí las han tomado en serio, pero no hacen nada. La inoperancia de los líderes mundiales resulta asombrosa, conducta que sólo resulta explicable por la epidemia. Las medidas que deben de tomar para contrarrestar los daños ambientales, es claro que afectarán la economía y serán de índole impopular y ningún líder desea ser impopular, pues perdería sus privilegios y su poder. Por ello, es mejor no hacer nada, hasta que otros hagan algo, pero esos otros no hacen nada esperando que estos hagan algo. Es posible que en un futuro próximo nos estemos muriendo de hambre, sed y calor, en medio de una alguna terrible guerra, sólo porque alguien se quedó esperando a que otros hicieran algo.

En todo caso, escribo estas palabras antes de que me afecte la epidemia. Nadie está libre de contagiarse, pero busca inmunizarte con la única cura conocida: la fuerza de voluntad. Debo confesarte que a veces tengo temor de estar a punto de enfermarme, pues cuando respeto las señales de tránsito, me siento bastante tonto viendo cómo el resto de las personas simplemente las ignoran o presionan para que las ignore. A veces me pregunto si no seré yo quien está mal, pero no, mantengo firme el pie sobre el pedal del freno, en espera que la luz del semáforo cambie de roja a verde, con la esperanza de que quede algo de cordura en esta civilización.    


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Otros títulos de Victor Roswell

















martes, 1 de julio de 2014

El cocinero de Casa Presidencial (Relato)

En la Casa Presidencial de un país de cuyo nombre me acuerdo, pero no quiero mencionar, cada cuatro años nombran un nuevo cocinero. Sí, leíste bien, “cocinero”, siempre se solicita un chef pero al final sólo aparecen cocineros.


Cuando el nuevo cocinero se hace cargo de la cocina, hay muchas expectativas, pues para que le dieran el puesto, prometió que cocinaría los platos más exquisitos y no como el cocinero al que reemplazó, cuyos guisos ya a nadie gustan, caen mal e incluso intoxicaron a varios.


Ahora bien, al entrar en la cocina por primera vez, el nuevo cocinero siempre se topa con una desagradable sorpresa. No, no es que la cocina está sucia, pues bien o mal, él puede limpiarla (lo que por alguna extraña razón nunca hace). El problema está en que debe cocinar usando exactamente los mismos ingredientes que utilizaron los cocineros anteriores y para ser justos, éstos no son de la mejor calidad.


Cuando pide nuevos productos, aparte de una ligera y sarcástica sonrisa, claramente se le indica que no se pueden conseguir, que tiene que preparar la comida con los que hay y entregar los platos que prometió. Ahí es donde comienzan las dificultades, pues resulta que algunos de estos ingredientes están vencidos, podridos o saben mal.


Y ni que hablar de la cocina en general. Los utensilios y enseres que debe usar el cocinero tampoco ayudan mucho. La cocina y el horno tienen una pésima instalación eléctrica, la refrigeradora no enfría y bota agua por todas partes, los cuchillos carecen de filo y los cucharones están herrumbrados y no hay dinero para remplazarlos.


Otro grave inconveniente que se presenta es con los ayudantes de cocina. Muchos de ellos son escogidos por el nuevo cocinero, otros se los recomendaron amigos de sus amigos y algunos estaban con los cocineros anteriores, pero la mayoría son malos, caros y no tienen las habilidades culinarias para preparar los platos que se prometieron. Entonces, el día que hay que preparar una cena de gala, más que apoyar, estos ayudantes lo que hacen es estorbar y criticar la calidad de los platos. Eso sí, todos demandan grandes salarios, incluso mayores que los del cocinero principal, pues se califican mejores que él. Incluso hay algunos que ponen cocina aparte y se consideran a sí mismos el cocinero principal.


Pero hay que ser honestos. Muchos de los problemas son heredados por las pésimas recetas utilizadas por los cocineros anteriores y por ello, hay que decir unas cuantas palabras acerca de ellos. 


Hubo uno medio loco que decidió que no iba a cocinar y eso fue exactamente lo que hizo, no cocinó durante sus cuatro años, sino que los pasó diciendo chistes y contando anécdotas. Dejó que sus ayudantes tomaran la iniciativa y los banquetes fueron un verdadero manicomio. Con decir que sabía mejor la comida chatarra. Fue un verdadero inútil.


Otro estaba más interesado en los platillos a base de paloma y quería hacer todo lo que guisaba con esas aves. Entonces, guisos de paloma iban y guisos de paloma venían. Al final, la mayoría de los comensales quedaron tan empachados que no soportaban ni verlo. Pero a este cocinero en particular no le importaba mucho, pues su ego era bastante grande y se consideraba el mejor de los cocineros que había pasado por ahí (todo lo contrario a la realidad); además, como era tan soberbio y arrogante, estaba más interesado en su imagen, en colgar fotos y placas por todo lado y en agasajar a los críticos culinarios extranjeros que a los nacionales, olvidándose por supuesto de los invitados. Muchos se preguntan cómo fue posible que lo contrataran dos veces.

También estuvo aquel que al terminar su periodo de cuatro años no quería entregar la cocina, otro que a todos sus platos le agregaba algún tipo de licor y por supuesto es inolvidable, el que pensaba que su imagen era lo único que se necesitaba para que la comida supiera bien, sobra decir que era indigesta.


A otros dos les dio por robarse los utensilios de cocina. Que un día una olla, que el otro un tenedor, que el horno, que la batidora. No eran ningunos angelitos. Lo más extraño era que a estos cocineros se les pagaba bastante bien, pero por lo visto consideraban que era insuficiente. Incluso uno de ellos quiso robarse un caldero de muy buena calidad que su papá, quien también había sido cocinero en Casa Presidencial, había logrado traer para cocinar. Es cierto que el caldero ya estaba muy abollado por el mal uso que le habían dado todos los demás cocineros, pero era un caldero irremplazable.


También estuvo el cocinero al que le dio porque no le gustaban ciertos ingredientes debido a que los traían en tren, entonces, decidió que sólo utilizaría aquellos que transportaba otro proveedor, amigo suyo, por carretera. Siguieron siendo de la misma mala calidad, sólo que ahora salían mucho más caros. Este cocinero incluso recibió una donación de ingredientes nuevos, pero estos nunca llegaron a la cocina. Dicen que aprendió esas malas mañas de su papá, que también había sido cocinero.


Ya sé, estás pensando que el problema es que no han llevado una cocinera. Pues no, vieras que en ese aspecto no se ha discriminado. También hubo una cocinera, que al igual que sus antecesores, prometió y habló de manjares sin precedentes, pero al igual que ellos, tuvo que cocinar exactamente con los mismos ingredientes y resultó tan mala o peor que los que estuvieron antes que ella. Sus platillos dejaron un mal sabor de boca: que poca sal, que muy dulces, que mal aderezados, que demasiado condimento, ninguno resultó rico. También tenía un gran problema de ego como el que hacía guisos de paloma (de hecho dejaron de ser amigos porque este último pretendía asesorarla en la cocina y dictar el menú) lo que afectó el sabor de sus platos. Pocas ganas quedaron de volver a contratar una cocinera después de tanta ineptitud. 


Hubo otro, bastante tonto, inútil y hablador, que lo único que le interesaba era tomarse "selfies", disfrazarse de cocinero y saludar gente, por ello se le hizo tarde para su primer platillo, razón por la cual tuvo que usar uno que dejó en el horno la cocinera que anteriormente estaba encargada de la cocina. Pero ya tenía varios días ahí. Por ello, no sólo estaba rancio, sino que todos los comensales dijeron que sabía igual a los que se cocinaban anteriormente. Entonces, para disimular, se le ocurrió un menú exótico para demostrar que era muy moderno y al final sólo consiguió intoxicar a la mayoría de los comensales desde el inicio, pues era una persona muy desaseada. Como era mentiroso, mediocre y deshonesto, por cierto fue así como logró su puesto de cocinero, trató de engañar a todo el mundo usando platillos hechos por sus ayudantes, embusteros como él, pero resultaron igual de asquerosos y malolientes. Al final se descubrió que era un embaucador e inepto que no sabía cocinar.


Pero no, no cometas el error de pensar que el cocinero no tiene culpa alguna. Todos estos cocineros, todos, sabían de antemano la clase de ingredientes y la cocina con que contaban para preparar la comida y ninguno pudo cumplir con el menú que prometió.


En ocasiones estos cocineros han estudiado en el extranjero y tratan de implementar platillos internacionales, pero la mayor parte de las veces son caros y saben mal, además quedan muy crudos o muy quemados, porque se les olvida que las recetas extranjeras son apropiadas para otros climas. De hecho, los pocos platillos que reciben mejor calificación son aquellos que se adaptan al sabor criollo de esta tierra.


No, tampoco cometas el disparate de pensar que hubo una equivocación en la elección del cocinero. Los que no fueron escogidos eran incluso peores. Hubo uno que prometió que cocinaría platos de Rusia, Venezuela y Cuba. Sin embargo, cuando se le preguntó cómo haría para conseguir los ingredientes para esos platillos, no supo que contestar, además, las recetas que tenía para prepararlos ya habían sido degustadas y enfermaron a la mayoría de las personas que las probaron. Había otro que no lo querían ni en el lugar dónde cocinaba anteriormente y también estaban los que ni siquiera sabían qué era una cocina.


La realidad es que cualquier cocinero que llegue a Casa Presidencial tiene que usar los mismos ingredientes que se han usado siempre y para cuando sea su momento, éstos habrán empeorado de calidad.


La ironía con estos cocineros, incluso con los más viejos, es que la mayoría de ellos nunca fueron buenos cocineros ni siquiera en su propia casa. 

Hay gente que afirma que ese puesto tiene una maldición y cada nuevo cocinero será peor que el anterior.


jueves, 12 de junio de 2014

De Frankenstein a los Estados Unidos de América


Recientemente terminé de leer "Frankenstein o el Prometeo moderno" de Mary W. Shelley. Conocía la historia, pero no había tenido oportunidad de leerla (siempre se atravesaba otra que leer o escribir). Esta magnífica obra explora, tal y como dice el prólogo de la edición que leí, temas como: "…la moral científica, la creación y destrucción de vida y la audacia de la humanidad en su relación con Dios. De ahí, el subtítulo de la obra: el protagonista intenta rivalizar en poder con Dios, como una suerte de Prometeo moderno que arrebata el fuego sagrado de la vida a la divinidad…". No podría haberlo dicho mejor.

Ahora bien, mientras leía la novela, no pude evitar establecer una relación entre el protagonista Victor Frankenstein y los Estados Unidos de América. Antes de continuar, debo aclarar que estas palabras que escribo no son una crítica a los Estados Unidos en particular, pues estoy seguro que si ellos no fueran la potencia dominante del mundo en que me tocó vivir, lo sería otra (rusos, ingleses, chinos, indios, japoneses, alemanes), que probablemente, en tanto la ambición sea su guía, incurrirían en los mismos errores u otros peores. Sí creo que los estadounidenses, americanos o gringos (escoge como quieres llamarlos) no son "the good guys" que ellos creen ni los "demonios" que otros piensan. Los pongo de ejemplo por ser el "imperio" bajo el que estamos sometidos, un "imperio" que influye en el mundo entero, un "imperio" que impone por igual sus valores y antivalores, un "imperio" que ya muestras los mismos síntomas de decadencia social, económica, ambiental y principalmente moral,  que llevó al colapso de sus antecesores, un "imperio" que actualmente es la carcasa maloliente de lo que un día fue un gran y promisorio país, un "imperio" que el día que caiga, arrastrará a todos los países con él.

Al leer la historia, el personaje de Victor Frankenstein me resultó fascinante y comparable con los Estados Unidos por su inclinación a desafiar a Dios y a crear monstruos que luego se volvieron contra su creador, dañando a sus seres queridos y volviéndolo medio loco. ¿Crear monstruos? Sí, digo crear monstruos pues son fruto de esa sociedad y de sus intereses. Y es que lamentablemente son tantos, que es básicamente imposible predecir de qué clase serán. 

Empecemos con los monstruos que ya han creado. Mencionemos los más pequeños: estudiantes que deciden realizar masacres en centros de estudios, eventos deportivos o en plena calle; ciudadanos inconformes que decidieron volar edificios federales; terroristas que antes de atacar a los Estados Unidos, fueron apoyados y entrenados por ellos mismos. Estos tipos de monstruos, a pesar de que son letales, usualmente son rápidamente perseguidos, y a diferencia de la novela, prontamente suprimidos (con excepción de Osama bin Laden, que luego de 2 guerras, miles de millones de dólares y muchas muertes, lo encontraron en un país distinto del que lo estaban buscando).  

Pero no son de la única clase. Hay otros más grandes. La guerra la podríamos considerar otra creación monstruosa. Tomemos por ejemplo la de Iraq. La justificación de iniciarla fue porque Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva (bueno, por lo menos esa fue la excusa). Al final, luego de un determinado número de muertes de estadounidenses (de quienes se saben sus  nombres, dónde, cuándo, cómo murieron y en qué lugar fueron enterrados) y de un indeterminado número de muertes de iraquíes (de quienes en la mayoría de los casos no se sabe quiénes eran, ni dónde, cuándo, cómo murieron ni en qué lugar fueron enterrados) resultó que no había armas de destrucción masiva. Iraq quedó destruido y en una anarquía que nadie quiere reconocer. ¿Fueron los Estados Unidos y sus aliados llamados a cuentas? Por supuesto que no. Aquí también cabe preguntarnos de qué sirve la ONU en esos momentos. No, no digo que no sirvan, sólo digo que en momentos realmente importantes se vuelve una entidad totalmente inoperante, sino, reafirmemos este pensamiento con la reciente anexión de Crimea por parte de Rusia, o las pretensiones y agresiones de China sobre sus vecinos por disputas de un mar que reclaman como propio. Al final del día, de qué sirven las Naciones Unidas si se convierten en una especie de marioneta de las grandes potencias que tienen derecho de veto, lo que impide tomar medidas que solucionen conflictos antes de que exploten, conflictos que el día de mañana pueden convertirse en un incontrolable monstruo.

Bueno, me  desvié un poco del tema. Volvamos a los Estados Unidos. Pensemos ahora en monstruos no tan violentos. ¿Qué tal la vigilancia hecha a propios y extraños, a amigos y enemigos, por parte de La Agencia de Seguridad Nacional (NSA)? En el país referente de la libertad del individuo, eres totalmente libre y eres totalmente vigilado. ¿Puede algún día convertirse toda esta vigilancia en una creación monstruosa, como el Gran Hermano de la novela de George Orwell

Tal vez el monstruo surja con el desarrollo de un arma que se sale de control (Bueno, esta posibilidad la desarrollé en mi novela "El ocaso del Águila". Esperemos que siga siendo eso, sólo ciencia ficción). En todo caso, hablemos de las nuevas armas que se inventan. ¿Qué tal los robots asesinos? Evidentemente los Estados Unidos de América, al igual que el resto de los países que están en la carrera armamentista, buscan desarrollar armas cada vez más letales para aniquilarse unos a otros. ¿Y los vehículos aéreos no tripulados mejor conocidos como "drones"? Es posible que el día de mañana un "drone" que carga un arma de destrucción masiva se salga de control? Y si los "drones" se utilizan en el futuro para usos civiles, ¿podrá mañana un "drone" cargar desde una pizza hasta una pequeña bomba casera o algo más letal? ¿O el próximo monstruo podrá pensar por sí mismo, como es el caso de la inteligencia artifical? Muchos científicos han advertido que su creación podría conllevar el fin de la raza humana. Ni siquiera voy hablar de las armas químicas o bacteriológicas que se encuentran estratégicamente escondidas (esas que categóricamente se afirma no existen), cada una de las cuales tiene implicaciones terribles.

Pero las preguntas que me inquietan son: ¿cuándo crearán el monstruo que no puedan controlar? ¿cuándo aparecerá el monstruo que no sólo matará a sus seres queridos sino su propia existencia y la de sus vecinos?  Y aquí voy a hablar de un monstruo cercano a nosotros, uno que aparece cada cierto tiempo, uno con el que todos nos relacionamos y cuya aparición se vuelve cada vez más violenta: La economía. Sí, la economía que se nutre del capitalismo salvaje de los estadounidenses (del que todos disfrutan, pues pobres y ricos, socialistas y capitalistas, ateos y creyentes, van a los malls), que obliga a que las grandes empresas, esas cuyo valor rivaliza con el de pequeños países, deban cada día valer más y más y más y más, para satisfacer a los accionistas, sin importar el costo. Esta  también puede ser una creación monstruosa cuándo se pierde el control de ella, como sucedió en 2008 (por supuesto este monstruo ya ha aparecido en otras épocas, pero quedémonos en su última aparición). En ese año los Estados Unidos iniciaron una debacle económica que terminó afectando la economía mundial y con muchas personas perdiendo todo: casas, trabajos, matrimonios, empresas, ahorros, salud, confianza, dignidad, etc, y con algunos bancos en quiebra. Pero sólo algunos, pues otras entidades financieras, también en problemas, fueron ayudadas con dinero de los contribuyentes y salieron de la crisis más grandes, fortalecidas y poderosas que antes de entrar a ella. En otras palabras, entidades que ya tenían problemas de "obesidad" salieron de la crisis aún más "obesas".

Pero lo problemático de la economía de los Estados Unidos de América, es que tiene en ella un monstruo que cada vez se hace más grande, un monstruo que exige alimento a cualquier costo, un monstruo avaracioso e insaciable que daña el medio ambiente sin importar si se contamina el agua y el aire, un monstruo salvaje que está afectando el clima del planeta, un monstruo que impide que se tomen acciones para detener la contaminación que nos está matando, pues cualquier acción implica que la economía no crezca, y con ello, los dirigentes se vuelven impopulares, y nadie quiere ser impopular aun y cuando ello implique ir de cabeza al abismo. No soy economista, no sé de economía (aunque los llamados economistas tampoco parecen saber mucho de ella) pero sé que si la economía sigue avanzando por el camino que va, implicará la destrucción del medio en que vivimos.

Puede que pienses que soy injusto con los Estados Unidos. ¿Acaso no tienen los demás países monstruos? Por supuesto que los tienen, hasta los más pequeños: Cuba, Venezuela, Costa Rica, todos tienen de algún tipo. El problema con los Estados Unidos de América, es que sus monstruos, al igual que el de Frankenstein, no respetan fronteras, y en cualquier momento, pueden aparecer ante nuestra puerta, sin que podamos hacer nada, pues es muy probable que para ese entonces, ya su creador esté muerto.

domingo, 18 de mayo de 2014

Carta para... (Relato)


La mujer se sentó a la mesa de la cocina para revisar el correo del día. Como de costumbre, había facturas, promociones, revistas, más promociones. Iba pasándolas rápidamente, sin prestarles mayor atención, hasta que un sobre de color blanco llamó su atención. Tenía su nombre escrito en él, pero lo curioso era la letra que se utilizó, ya que los trazos eran propios de un niño. 

Dejó el resto de la correspondencia sobre la mesa y sostuvo el sobre entre sus manos, dándole vueltas. Era de un color blanco muy intenso,  pero no estaba sucio o arrugado, como siempre llegaba del correo. No tenía remitente, sólo su nombre escrito con esa letra tan particular.

Algo en su interior la hizo sobresaltarse. Se sintió nerviosa, temerosa y puso la carta sobre la mesa. Ella no tenía hijos ni sobrinos, ni conocía ningún pequeño que se la pudiera haber enviado. Además, cómo podía haber llegado a su apartado de correo, si no tenía estampillas ni recibos postales de ninguna clase.

Volvió a tomar el sobre entre sus manos y lo giró entre ellas, pero sin abrirlo, tratando de adivinar a quien pertenecía. Lo acercó a su cara y le llamó la atención el suave perfume que emanaba de él. No recordaba haber sentido una fragancia similar, la cual le dio el valor para abrirlo. Lo hizo lentamente y con mucho cuidado para no romperlo. Apenas había empezado, cuando la cubierta se desprendió, como si nunca hubiera estado pegada. Lo abrió con cuidado y sacó la carta que se encontraba adentro.

Puso el sobre a un lado y tomó las dos hojas que había en este. Las desdobló cuidadosamente y observó que estaban escritas a lápiz, en letra grande, igual a la del sobre, pero muy ordenada. Dirigió su mirada a la primera línea y comenzó a leer:

"Hola

Debes estar preguntándote quién te escribió esta carta. Bueno, es entendible, han pasado varios años. Ya te lo diré, por si no lo has adivinado. ¿Desde dónde te estoy escribiendo? También lo sabrás muy pronto. ¿Por qué te escribo? Eso te lo voy a explicar ahorita mismo, pero primero quiero decirte que estoy en un lugar que no te puedo describir, pues no conozco las palabras para hacerlo. Sólo puedo decirte que es el lugar más hermoso que te puedas imaginar: las flores nunca se marchitan, la brisa siempre sopla suavemente, los pájaros entonan los más bellos cantos, el sol brilla en lo alto y nunca hace mucho calor o mucho frío, la hierba es siempre verde y jamás crece más allá de lo que a uno le gusta y lo mejor de todo, no existe la muerte, ni el dolor, ni la enfermedad, aunque estas últimas cosas no sé que significan, pero me han contado que existen allí donde tu vives.

Creo que ya te habrás imaginado de donde te escribo, ahora te diré por qué lo hago.

Como sabes, yo morí antes de tiempo. Esto no significa que morí antes del momento que me correspondía, sino que morí incluso antes de conocer siquiera el tiempo. Cuando eso sucedió, desperté en este lugar,  pero no tenía miedo alguno, aunque tampoco sé que es el miedo, pues aquí eso no existe. Junto a mí despertaron muchos otros niños que también murieron antes de tiempo, pero ninguno sabía donde estábamos,  aunque sentíamos que pertenecíamos a este lugar. Fue cuando conocimos al dueño de este hermoso sitio y nos dijo que era nuestro Padre del cielo.  Él nos explicó que había sucedido. Nos enteramos que nuestros padres de la tierra no nos quisieron, pero que era porque no nos habían conocido. Nuestro Padre del cielo nos dijo que Él sí nos quería y que nos amaba muchísimo desde siempre. Nos contó como antes de nacer nos quitaron la vida sin tener culpa de nada y sin siquiera decirnos por qué lo hacían,  simplemente no nos querían con ellos y nos eliminaron de sus vidas.  Nos explicó muchas cosas más que no te puedo contar, pues como te dije,  aquí no existe el dolor ni la tristeza, ni la enfermedad ni la muerte, por lo que somos muy felices. Tal vez pienses que es mejor para mí no haberlas sufrido, pero eso es algo que nunca sabremos. 

En fin, ahora vivo aquí y tengo muchos amigos. Aquí hemos aprendido muchos juegos y nunca nos cansamos de jugarlos, pero el que más nos gusta es el de: ¿qué íbamos a ser en la vida? Algunos de mis amigos iban a ser doctores, astronautas, ingenieros, recolectores de basura, abogados, futbolistas, enfermeras, choferes de taxi, maestros, bueno, muchísimas cosas. Mientras jugamos, nos enteramos que algunos tenían misiones muy especiales, pues iban con regalos que Dios enviaba a las personas de la tierra. Uno descubriría la cura contra una terrible enfermedad que llaman cáncer. Otro sería un gran líder que llevaría la paz a muchas naciones. Otro resolvería como alimentar a todos los niños hambrientos del mundo, otro enseñaría a las personas como salvar el medio ambiente. También habían unos que tendrían alguna discapacidad o enfermedad, pero Dios nos dijo que él tenía un propósito hasta para esas cosas que la gente llama malas. Bueno, eran muchas cosas especiales, pero la humanidad las rechazó. ¿Sabes por qué nos encanta este juego? Porque no sabemos que significan,  así que nos gusta imaginarlas.

Pero si te escribo no es para hablarte de mí, sino por dos razones. En primer lugar, para decirte que te amo. Si, te amo, pues no sé que es el odio, aquí no existe pero lo he oído nombrar y me han dicho que es algo muy feo. La segunda razón es porque Dios está muy triste. Resulta que un día que estábamos jugando, lo vi sentado a la orilla de un hermoso árbol y me pareció que no tenía la cara alegre de siempre. Entonces me acerqué y le pregunté por qué estaba triste y me dijo que era porque la humanidad estaba haciendo cosas que a Él le desagradaban, pero principalmente porque mi mamá había hecho algo muy malo y, aunque ella le decía a todos que no le importaba lo que pensaran de ella, que no tenía que pedir perdón, que fue una decisión de la que sólo ella era responsable, que tenía el derecho de tomarla, que era su cuerpo y muchas otras cosas más, pero en el fondo, cuando estaba sola y nadie la miraba, lloraba y ella no sabía por qué se sentía así. Fue cuando se me ocurrió una idea, y le pedí permiso para escribirte y explicarte porque te sentías así. Él me preguntó que si yo haría eso por mi madre y le dije que sí, pues sé que si no pides perdón ni te perdonas por lo que me hiciste, nunca podré llegar a conocerte ni enseñarte todas las cosas lindas de este lugar. 

Es por esto que estás leyendo esta carta, pero no quiero quitarte más tiempo, sólo quiero decirte que te amo y que espero conocerte algún día. 

Se despide de ti con mucho cariño, 

Tu hijo"